- 1. Un misterio de fe enraizado en la Escritura
La fe de la Iglesia en la Asunción de María no se basa en un relato histórico directo, sino en una lectura orante y unitaria de la Revelación.
Dos pasajes bíblicos arrojan una luz particular sobre este misterio:
- Apocalipsis 12: la «Mujer vestida del sol que da a luz un hijo «destinado a guiar a todas las naciones». (Ap 12,1-6). La Iglesia ve en ello la imagen tanto del Pueblo de Dios como de María, plenamente asociada a la victoria de Cristo sobre el mal.
- Lucas 1,46-55: el Magnificat, en el que María proclama la acción de Dios que que «eleva a los humildes». La Asunción es el cumplimiento último de esta elevación, fruto de la humildad y la fidelidad de la Esclava del Señor.
Así, aunque la Biblia no relata explícitamente el final de la vida terrena de María, sí revela su lógica espiritual: la que llevó al Autor de la vida no podía ser entregada a la corrupción de la muerte (cf. Sal 16,10).
- 2. La Asunción: fruto de la victoria de Cristo
El dogma proclamado por Pío XII en 1950(Munificentissimus Deus) afirma que María, «después de completar su vida terrena, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial». No se trata de una recompensa aislada, sino de la consecuencia directa de su íntima unión con Jesús.
San Pablo nos recuerda: «Cristo resucitó de entre los muertos, primicias de los que durmieron». (1 Cor 15,20). María, la primera de los redimidos, participa ya plenamente en esta resurrección prometida a toda la humanidad.
- 3. Un signo profético para la Iglesia
En María llevada al cielo, la Iglesia contempla su propio futuro. Ella es el «icono escatológico (Juan Pablo II) de lo que Dios prepara para todos los que le son fieles.
La Asunción proclama que el destino del hombre no es el polvo, sino la comunión eterna con Dios, en la totalidad de nuestro ser: alma y cuerpo.
- 4. Una luz para nuestro camino
Ante las pruebas, los duelos y las divisiones, la Asunción nos recuerda que nada de lo que se ofrece a Dios está perdido. La vida cristiana no es una huida del mundo, sino una peregrinación hacia la plenitud.
María, humilde sierva y Madre de misericordia, va delante de nosotros y nos atrae hacia su Hijo. Su presencia en el cielo es activa: intercede por nosotros, nos educa en la fe, nos enseña a vivir como ciudadanos del Reino.
- 5. Una invitación a la confianza y a la misión
Celebrar la Asunción significa aceptar la llamada a vivir como María:
- en la escucha de la Palabra,
- en fidelidad a las promesas de Dios,
- en el impulso misionero que lleva a Cristo a los demás.
Nos invita a caminar con confianza, porque nuestro destino final no es la sombra de la muerte, sino la luz de la Pascua.
«Donde entró María, esperamos entrar a nuestra vez.
(San Bernardo)