La imagen impresa en la tilma, el «manto» del indio Juan Diego, el 12 de diciembre de 1531, en México, es un milagro sorprendente. Los descubrimientos científicos no hacen sino reforzar el poder evangelizador del mensaje transmitido por la Madre de Dios por Véronique Jacquier, de France Catholique (2025).
¿Te imaginas contemplar una imagen de la Virgen María como si la aparición acabara de ocurrir? Así es como se ha presentado Nuestra Señora de Guadalupe durante los últimos 500 años, en una
Apariciones marianas
Juan Diego quedó asombrado cuando descubrió la imagen coloreada de la Virgen en la prenda que llevaba puesta. El milagro se produjo el 12 de diciembre de 1531, cuando el obispo de la ciudad de México, fray Juan de Zumárraga, le pidió una señal. El prelado se negaba a creer en las visitaciones marianas que había recibido el indio y en la petición celestial de construir una «casa de Dios» en el Tepeyac, en el lugar de las cuatro apariciones. En la tilma, el rostro de la Virgen es moreno, como el de los mestizos, fruto de las alianzas de indios y españoles. Su vestido es rosa, bordado con flores doradas. Su manto es azul turquesa con flecos dorados y tachonado con cuarenta y seis estrellas. A los pies de la Virgen hay una luna creciente, rodeada de más de cien rayos dorados. Al obispo le llamó inmediatamente la atención la imagen de la Virgen embarazada del Apocalipsis, con «el sol a su alrededor y la luna bajo sus pies», tal como la describe San Juan (Ap 12-1).
Ha superado la prueba del tiempo
Los colores de la imagen atraviesan la trama de los hilos como si pertenecieran al propio tejido, y los pigmentos son de origen desconocido, lo que deja desconcertados a los especialistas. Igualmente increíble es que la imagen haya sobrevivido a los siglos sin sufrir daños. La tilma estuvo expuesta a la veneración de los fieles durante 116 años sin ninguna protección: el humo de las velas, el roce de las manos de los fieles, la humedad, el polvo… nada la dañó. En 1785, mientras se limpiaba su armazón, también soportó un rociado accidental de un líquido que contenía un 50% de ácido nítrico. En 1921, se salvó de un atentado. La explosión de la bomba colocada sobre el altar en un ramillete de flores dejó la imagen intacta tras su cristal protector, mientras que a su lado, un crucifijo de bronce fue lanzado por los aires y volvió a caer retorcido tras absorber la fuerza de la explosión.
Una presencia
Imperturbable a las vicisitudes del tiempo, la Virgen de Guadalupe puede verse no sólo como una imagen, sino como una presencia que ha fijado en su mirada a quienes fueron testigos de su aparición en la tilma. Los ojos de la Virgen sólo miden entre 7 y 8 milímetros, lo que hace imposible la intervención humana. Desde 1979 hasta 1997, el médico estadounidense José Aste Tonsmann utilizó equipos de alto rendimiento para estudiar el fenómeno y digitalizar lo que veía en las córneas de ambos ojos. Encontró trece personajes, entre ellos el obispo de Ciudad de México, una mujer negra y una familia de indios. Todos los principales oftalmólogos concluyeron que los ojos de la Virgen reaccionaban de acuerdo con las leyes de la óptica fisiológica.
Cuarenta y seis constelaciones
Las vestiduras de Nuestra Señora de Guadalupe también tienen algunas características sorprendentes. Las cuarenta y seis estrellas del manto corresponden a las constelaciones que podían verse en el cielo de la ciudad de México el día de la aparición, el 12 de diciembre de 1531, en el momento del solsticio de invierno, es decir, precisamente en el momento de la llegada del «Nuevo Sol» tan esperado por los aztecas. El vestido, con sus accesorios, colores y flores, transmitía un mensaje fácilmente comprensible para los indios. El azul turquesa del manto es el color de los más altos dignatarios aztecas, y la Virgen de la tilma se identifica rápidamente como una reina celestial en oración con las manos juntas. Está embarazada, ya que su cinturón negro de doble nudo es el que llevan las mujeres aztecas durante el embarazo. El medallón que lleva al cuello contiene una cruz grabada, símbolo de la unión de dos culturas.
En cuanto al vestido, está sembrado de flores, una de las cuales, colocada sobre el vientre, es un jazmín mexicano cuyos cuatro pétalos representan los cuatro puntos cardinales o las cuatro direcciones del universo. Para los sabios aztecas, esta flor resumía todo el conocimiento de su mundo: un mundo destruido cuatro veces, como los cuatro pétalos. Se esperaba que la quinta, representada en el centro de la flor, fuera la última creación de la humanidad. Así, Nuestra Señora de Guadalupe aparecía ante los indios como la mujer que daría a luz al «Dios del Quinto Sol», que crearía la armonía perfecta con el cosmos.
Hecho extraordinario: este mensaje se traduce en música. En 2008, el investigador mexicano Fernando Ojeda Llanes descubrió que todos los símbolos del vestido y el manto de la Virgen formaban una partitura musical. Su ejercicio matemático-musical dio lugar a una música «divina», como si la Virgen de Guadalupe quisiera transmitir su mensaje de amor y paz con infinita delicadeza, tocando todos nuestros sentidos.
Evangelización sin precedentes
Hace cinco siglos, la maravillosa imagen permitió que indios y españoles se reconciliaran en ocho años y desencadenó una evangelización sin precedentes en la historia: 9 millones de mexicanos fueron bautizados. En el siglo XXI, la Reina de México y de América sigue utilizando su imagen para hablar a todos sus hijos. El 24 de abril de 2007, día en que el Estado de México legalizó el aborto, se celebró una misa en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en defensa de la vida. Más de 1.000 personas presenciaron un fenómeno inexplicable: una intensa luz con forma de feto brotó del vientre de la imagen de la Virgen María. La patrona de los no nacidos mostró el camino de la nueva evangelización: la protección de la familia y el respeto a la vida.

